miércoles, 23 de mayo de 2012

La avaricia rompe el... sentido común

"No puede el codicioso ser agradecido" (Séneca)
 
Como referencia a la codicia, encontramos en la mitología griega el personaje de Midas, a quien Dioniso le concedió el poder de convertir en oro todo lo que tocaba, incluida la comida, el agua…

 
La avaricia es una inclinación que sobrepasa lo medianamente natural, que va más allá de lo que uno tiene, sea poco o mucho, pero que, curiosamente, suele aparecer con más ahínco cuanto mayor es la riqueza. Así, cuando una persona tiene poco, es natural que quiera medrar y llegar a un cierto nivel, del que se cree merecedor, según sus expectativas sociales. Pero es cuando llega a ostentar ese cierto status que empieza a manifestar los síntomas de la codicia más mundana: “quiero tener y, sobre todo, quiero que los demás no tengan para que yo pueda tener cada vez más”; en este aspecto, cualquier situación que le parezca un desagravio, le enfurece: “de lo que me quitan del sueldo no se debe pagar el bienestar a otros, que me lo den a mí”; así, al tener trabajo afirmaría: “no quiero que con mis impuestos se paguen las ayudas sociales, ni a los parados, ni a los dependientes, ni a los drogadictos, ni a los vagos, ni a los pensionistas, ni a los políticos, ni a los defraudadores que manejan dinero negro…”; pero, además, tiene una tendencia insistente a expresar lo mal pagado que está, y cómo pisotean una y otra vez los miles y miles de “derechos” que él sí tiene y de los cuales, por supuesto, es incuestionablemente merecedor.

                                               

De esta manera, el desprecio por la felicidad de otros es uno de los símbolos del codicioso. Ya los budistas aprecian que la felicidad del codicioso está claramente relacionada con el valor que le dan a lo material, y así, surgen términos que están muy vinculados con la codicia: usura, engaño, manipulación, traición, deslealtad, simonía, abuso de poder, arrogancia, prepotencia… No en vano, la característica principal de cualquier pecado capital es que lleva a otros muchos pecados.
“El avaro” de Molière  es una obra que ilustra muy bien este vicio.

viernes, 18 de mayo de 2012

Crisis 2008. Tres avisos en la década de los 90


 


Las consecuencias de aplicar políticas económicas neoliberales podemos encontrarlas en tres casos que nos sirven de ejemplo para entender lo que está ocurriendo ahora:
 
                   El efecto Tequila (1994)

Salinas y su modelo populista, neoliberal pero derrochador, sumen al país en una crisis que se prolonga durante 16 años. Por supuesto, la culpa fue de su sucesor, y él no tuvo nada que ver en las prácticas bancarias corruptas ni en el asesinato de candidatos del PRI. Desde entonces, mafiosos y narcos dominan el país e imponen su ley. Por cierto, E.E.U.U. (Clinton) tuvo que salir en ayuda de México para evitar un desastre que se hubiera extendido y que les hubiera afectado a ellos muy directamente. El 15-M de aquella época se llamó Chiapas.

                                          
                                             
                                             Crisis asiática (1997)

Afectó a países como Tailandia, Malasia, Filipinas, Corea del Sur, Indonesia y en menor medida a China e India. El origen, siempre el mismo: creación de una burbuja que produce mucha prosperidad en muy poco tiempo, mucha riqueza para unos pocos y muchísima pobreza para la inmensa mayoría, y el efecto dominó de carácter financiero para el entorno. Después viene el FMI pidiendo “ajustes estructurales” para recuperar la “confianza” y ya tenemos el terreno perfectamente abonado para el inicio de la siguiente fase del globalizado plan neoliberal.
    
                       Corralito argentino (2001)

A partir de 1998, en Argentina se van sucediendo una serie de gobiernos de corte neoliberal que, teniendo como pretexto la disminución del déficit provocado por ellos mismos, toman medidas severas de ajuste que ahogan la economía, terminan de empobrecer a los pobres y revientan a la clase media, todo ello acompañado de una enorme permisividad a los bancos y que desembocan en el famoso “corralito” donde prohíben sacar dinero de los bancos para evitar el colapso del sistema. El FMI impone nuevas medidas de ajuste para prestar su ayuda y sube el paro. Todo esto termina cuando eligen de Presidente a Kirchner y empieza a aplicar medidas no neoliberales.


martes, 15 de mayo de 2012

Crisis 2008. Antecedentes inmediatos



La caída del Muro de Berlín marca un punto de inflexión en la singladura de la política mundial, a partir del llamado Consenso de Washington (1989), cuando empieza la gran oleada de neoliberalismo que invade el planeta hasta nuestros días. Hasta entonces, un par de pruebas destacables con efectos desiguales: por un lado, Reagan, con un resultado nefasto dado su gran apego al gasto militar y a las guerras; y, por otro, Thatcher, con algún resultado positivo en materia económica, pero acompañado de desastre a nivel social.
                                                                                
Podemos decir que en economía, el neoliberalismo, es darle otra vuelta de tuerca al capitalismo: mientras que el liberalismo más clasicista supone un modelo moderado de capitalismo, el neoliberalismo supone un modelo más salvaje, radical y agresivo, lo que lleva a ahondar en las desigualdades que ya de por sí lleva implícitas el sistema.

Es a partir de 1989 cuando (como si de una logia masónica se tratara) se dictamina que en la década de los 90 y de forma discreta y democrática (no como antaño a través de golpes de estado y dictaduras militares) los escogidos líderes neoliberales deben ponerse al frente de los principales gobiernos y comenzar la primera fase de la gran revolución económica: el objetivo, controlar cada vez más poder a través de controlar cada vez más dinero.






 






sábado, 12 de mayo de 2012

Pequeño tratado sobre la envidia


Las personas con escaso conocimiento tienden sistemáticamente a pensar que saben mucho más de lo que saben y a considerarse más inteligentes que otras personas más preparadas” (Ortega y Gasset)

En la mitología romana, Envidia era la diosa romana que personificaba los celos y la venganza (Némesis en la mitología griega): se cuenta cómo Mercurio se siente atraído por Herse y acude a su hermana Aglauro para que le facilite la conquista. La diosa Minerva, que había jurado venganza sobre Aglauro tiempo atrás, pide a Envidia que la ayude y empieza así Aglauro a sentir celos de la suerte de su hermana, hasta acabar convertida por Mercurio en una roca negra.

En la actualidad, la envidia no sólo responde al ansia de poseer lo que alguien tiene, sino también al deseo de privar a otros de algo (es el pensamiento del envidioso crónico). Dante la definía como “amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos”; el castigo para los envidiosos en el Purgatorio era coserles los ojos por el placer que habían obtenido al ver caer a otros.

 
El Dr. Salischiker hablaba del envidioso/a como una persona obsesionada y agobiada por cada uno de los triunfos de su “adversario”, lo que demuestra no sólo claros signos de inferioridad, sino también la presencia de una persona psiquiátricamente enferma.
 
Si para Bertrand Russell, la envidia produce infelicidad y, además, alimenta el deseo de producir el mal a otros, para Unamuno es el rasgo más característico del carácter español (por eso, los que tienen que demostrar que se sienten muy “españoles” sean quizás los más envidiosos), y así lo refleja en su novela Abel Sánchez, en que el verdadero protagonista (que no da título a la obra) es despreciado por querer hacer el bien, mientras el falso protagonista (que sí da título a la obra) es recompensado por lo que no ha hecho.
 
Hay quien afirma que la envidia es la madre del “resentimiento”, es decir, el sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor, sino que al otro le vaya peor. Además, el envidioso/a cuenta MENTIRAS sobre la persona a la que envidia o las cosas que tiene, pudiendo ocurrir incluso que el envidiado muera a manos del envidioso.

MALTRATADOR PSICOLÓGICO


Capítulo aparte merece, según Piñuel, la figura del envidioso/a descrita como sentimiento de inferioridad, por no poseer cualidades que otro sí puede tener, desarrollando un terror psicológico contra la víctima, haciéndola sentir inferior, camuflando, de esta manera, sus propias carencias físicas, intelectuales o emocionales, aunque para ello tenga que desarrollar un complejo de superioridad, lo que incluye una opinión exageradamente positiva y poco realista sobre el valor y las capacidades de uno mismo y una tendencia claramente esnob a rechazar las opiniones de los demás. El complejo de superioridad es una forma de evadir el temor al fracaso relacionado con la incapacidad de enfrentarse al mundo real y a los problemas cotidianos.



viernes, 11 de mayo de 2012

...y llegó la soberbia

”La ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento” (Charles Darwin)


En la mitología griega, la hibris es un término que se aplica a aquellos individuos que se consideran iguales o superiores a los dioses. La hibris alude a una exagerada confianza en sí mismo, a un desprecio violento hacia lo ajeno, a una insolencia y falta de moderación y mesura.
 
En la actualidad, la soberbia supone la sobrevaloración de uno mismo con respecto de otro por alcanzar y superar una elevada situación o status. El soberbio/a se valora a sí mismo en demasía y se cree digno de superar las capacidades de los demás, incluso las suyas propias, aunque ello derive en la arrogancia de aplastar el ego de los demás. Todo lo que posee un soberbio/a es superior. 

 Los soberbios/as no rinden obediencia o pleitesía con facilidad, son autoritarios al expresar mandatos, sienten envidia por los valores de otros, a los que, a menudo, critican sin piedad, presentan malhumor en la convivencia familiar, jamás se rebajan a pedir perdón, no aceptan nunca sus errores y carecen de dignidad. Asimismo, en las relaciones sociales son muy selectivos con su entorno y sus amigos (a los que no les importa traicionar o sustituir por otros), alcanzando un alto grado de competitividad, y en cuanto a las relaciones familiares, intentan someterlos a su voluntad y practican el chantaje emocional con frecuencia.

Soberbia, orgullo, vanidad, arrogancia, insolencia, altivez, prepotencia, vanagloria, filargiria (amor al dinero), filargía (amor al poder)... muchos sinónimos para un pecado capital tan extendido.